BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Leonor López de Córdoba y Carrillo

1362/63 - poco después de 1412

 

Memorias

 

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3. Y así me casó mi padre de siete años con Ruy Gutiérrez de Henestrosa, hijo de Juan Fernández de Henestrosa, Camarero Mayor del Señor Rey Don Pedro y Su Canciller Mayor del Sello de la puridad y Mayordomo Mayor de la Reyna Doña Blanca, su mujer, el cual casó con Doña María de Haro, Señora de Haro y los Cameros. Y á mi marido quedáronle muchos bienes de su padre y muchos lugares: y alcanzaba trescientos de á caballo suyos é cuarenta madejas de aljófar tan grueso como garbanzos, é quinientos moros é moras, y dos mil marcos de plata en bajilla; y las joyas y preseas de su casa no las pudieron escribir en dos pliegos de papel. Y esto le cupo del dicho su padre y madre; porque otro fijo y heredero no tenían. A mí me dió mi padre veinte mil doblas en casamiento.

4. Y residíamos en Carmona con las fijas del Señor Rey Don Pedro, y yo, é mis cuñados, maridos de mis hermanas, y un hermano mío, que se llamaba Don Lope López de Córdoba Carrillo. Llamábanse mis cuñados Fernán Rodriguez de Aza, Señor de Aza é Villalobos, é el otro Ruy García de Aza, el otro Lope Rodríguez de Aza, que eran fijos de Alvaro Rodriguez de Aza é de Doña Constanza de Villalobos.

5. Y fué ansí: que cuando el Señor Rey Don Pedro quedó cercado en Montiel de su hermano el Señor Rey Don Enrique y mi Padre bajó al Andalucía á llevar gente para socorrerlo; y llevándola, halló que era muerto á manos de su hermano. Y vista esta desgracia, tomó el camino para Carmona, donde estaban las señoras Infantas, fijas del Señor Rey Don Pedro y parientas tan cercanas de mi marido y mías por mi madre. Y el Señor Rey Don Enrique, viéndose Rey de Castilla, se vino á Sevilla y puso cerco á Carmona. Y como es villa tan fuerte, estuvo muchos meses cercada.

6. Y acaso habiendo salido mi padre fuera de ella y sabiéndolo los del Real del Rey, como era salido de la dicha villa, ofreciéronse doce caballeros á escalar la villa; y subidos á ella á la muralla, fueron presos; y luego fue avisado mi padre del tal hecho y vino luego, y por el atrevimiento les mandó cortar las cabezas.

7. Y el Señor Rey Don Enrique, visto este fecho y que no podía por fuerzas de armas entrarla á satisfacerse de esto hecho, mandó al Condestable de Castilla tratase de medios con mi padre. Y los medios que mí padre trató fueron dos: el uno, que las Señoras Infantas las habían de poner libres á ellas y á sus tesoros en Inglaterra, antes que él entregase la dicha villa al Rey. Y ansí fue hecho, porque mandó á unos escuderos, deudos suyos naturales de Córdoba y de su apellido, que fuesen con ellas, y la demás gente que le pareció. El otro capítulo fue que él y sus hijos y valedores y los que habían asistido por su orden en aquella villa, fuesen perdonados del Rey, y dados por leales á ellos y á sus haciendas; y así se le dió firmado del dicho Condestable, en nombre del Rey.

8. Y hecho este partido, entregó la villa al dicho Condestable en nombre del Rey; y de allí fueron él y sus hijos y la demás gente á besar la mano del Rey. Y el Señor Rey Don Enrique mandólos prender y poner en las Atarazanas de Sevilla; y el dicho Condestable, visto que el Señor Rey Don Enrique no le había cumplido la palabra que él había dado en su nombre al dicho Maestre, se salió de su Corte y nunca más volvió á ella.

 

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COMENTARIO

 

3. Juan Fernández de Henostrosa era tío carnal de Doña María de Padilla. Alcanzó todo valimiento con Don Pedro. Murió en la derrota del Val de Araviana el año de 1359, peleando contra el Conde Don Enrique y Don Tello y varios caballeros aragoneses. Pedro López de Ayala lo elogia repetidamente como «buen caballero é cuerdo é mesurado y de verdad». No es extraño que habiendo gozado tanto poderío, muriese en la mayor riqueza. Del casamiento de Doña Leonor se hablará en el comentario del párrafo 15.

4, 5, 6 y 7. Hasta ahora se había creído y cree que las tres hijas de Doña María de Padilla y Don Pedro (Doña Beatriz, Doña Constanza y Doña Isabel) no se hallaban en España cuando la muerte de su padre. López de Ayala en su Crónica, dice que Don Pedro al volver á España con el socorro del Príncipe de Gales para recuperarla corona, dejó en Bayona por manera de arrehenes á sus tres hijas que llamaban Infantas.

Doña Leonor López de Córdoba asegura que de Carmona fueron llevadas éstas en salvo á Inglaterra por la capitulación de su padre el Maestre. No puede ponerse duda en esta noticia de una persona testigo de los hechos.

Se comprende el error. En López de Ayala leemos lo de haber quedado las hijas del Rey en poder de los ingleses: nada nos dice de su regreso; y luego en la Crónica de Enrique II, nos habla de ellas y de sus casamientos, también en Inglaterra. De aquí se ha deducido que no salieron de su condición de rehenes mientras vivió el padre.

Pero con presencia de lo escrito por Doña Leonor, observamos que López de Ayala, en el cap. XXIII del año XIX del reinado de Don Pedro, habla por última vez del Príncipe de Gales y de las pagas de sus huestes y deudas del Monarca español. Por el cronista no se sabe cuándo regresó el Príncipe á Inglaterra, ni del fin que hubieron sus conciertos con Don Pedro. O López de Ayala no se acordó de escribir estos sucesos, ó esta parte de su Crónica se ha perdido.

En el período de 1367 á 1369, debieron pasar á España las hijas de Don Pedro. La causa de éste hallábase perdida, y en Inglaterra sin duda consideraron inútiles aquellos rehenes, á menos que el padre no procurase la restitución de las hijas por medio de algunos donativos ó presentes.

Con respecto á la falta de cumplimiento de la capitulación, el mismo Ayala, a pesar de ser tan adicto á Don Enrique, no pudo menos de escribir: «Algunos que amaban el servicio del Rey, especialmente Don Ferrand Osores, Maestre de Santiago, fue muy quejado é non le plogo, por cuanto el Rey le mandara que asegurase de muerte al dicho Don Martín López, é quejóse mucho dello al Rey; pero non le pudo aprovechar al dicho Martín López que non muriese». Tal se lee en la Crónica de Don Enrique II.

En la de las Tres Ordenes y Caballerías de Santiago, Calatrava y Alcántara, por el Licenciado Fray Francisco de Rades y Andrada (Toledo, 1592), dice que los dos Maestres de Calatrava (Don Martín López y Don Pedro Muñiz de Godoy) pelearon delante de Carmona, y que Don Martín López de Córdoba fue preso en ella y degollado en Sevilla. Esta noticia de la presión en una batalla, no concuerda con lo que aseguran todos los autores contemporáneos.

A pesar de lo dicho por Ayala. Doña Leonor López de Córdoba y Lope García de Salazar, el Padre Fray Francisco Salvador Baptista de Arellano, en las Antigüedades y excelencias de la villa de Carmona (Sevilla, 1628), impugna á Mariana, y dice que los de Carmona fueron vencidos en batalla, como lo dice el Licenciado Argote de Molina en el capítulo 12 de sus Noblezas de Jaén.

Ortiz de Zúñiga, en sus Anales de Sevilla, dice que Don Martín López entregóse, capitulando el seguro de su vida con el Maestre de Santiago Don Fernando Osores, que no quiso guardar el Rey.

Vienen á aumentar toda esta confusión que hay entre los autores que de la rendición de Carmona escriben, las Memorias de Doña Leonor López, las cuales no hablan de que su padre capitulara con el Maestre de Santiago Don Fernando Osores, ni con el de Calatrava Don Pedro Muñiz de Godoy, sino con el Condestable de Castilla, á quien mandó Don Enrique que tratase de ello con Don Martín López, convencido de lo difícil de la toma de aquella fortaleza por medio de las armas.

No existía entonces la dignidad de Condestable en Castilla, pues fue creada por Don Juan I, según el unánime sentir de los historiadores.

Obtuvo la Condestablía primeramente en 1382, Don Alonso de Aragón, Marqués de Villena, Conde de Denia y de Ribagorza, hijo del Infante Don Pedro y nieto de Don Jaime II de Aragón.

En la minoridad de Enrique III consiguió esta dignidad Don Pedro Enríquez de Castilla, Conde de Trastamara, hijo de Don Fadrique, Maestre de Santiago y nieto del Rey Don Alonso XI.

Por muerte de Don Pedro, ó en castigo de sus ambiciones y desconciertos, en el reinado de Enrique III, se dió la Condestablía al famoso Ruy López Dávalos.

Pudo Doña Leonor referirse á alguno de estos personajes, especialmente al hijo de Don Fadrique, como sobrino carnal de Don Enrique II, enviado al campo que sitiaba á Carmona con el fin especial de convenir con Don Martín López, bajo el seguro de la real palabra, la reducción de los que se mantenían leales á la memoria de Don Pedro. Escritas las Memorias de la hija del Maestre de Calatrava, veintinueve años después del suceso, nada tiene de extraño que al citar al personaje, recordase el cargo por el que últimamente era conocido, sin cuidarse de sien aquella ocasión ejercía tal dignidad. El Sr. Montero ha observado que de este modo Doña Leonor llamó Alcaide de los donceles á Martín Fernández, que no lo fue hasta el reinado de Enrique III, como cita Don Diego Fernández de Córdoba, á quien denomina Mariscal.

Don Juan de Ostos, en la Vida del Beato Fray Alvaro de Córdoba (1687), escribe: «Ya sé que el Padre Mariana... discurre en otra forma sobre la ida de la hijas del Rey Don Pedro á tierra de Inglaterra; mas yo sigo la relación jurada que hizo Doña Leonor López de Córdoba, hija del Maestre, de su adversa fortuna, papel verdadero cierto y seguro... á que se añade el parecer cosa dura, ajena de razón y contra toda política, que para seguridad de unas capitulaciones entregase un Rey sus propias hijas, echándolas de su palacio y reino.»

Resulta, pues, que hay diversas opiniones sobre lo acaecido en la rendición de Carmona, y que la de Doña Leonor es una de tantas, pero con más motivo de vero similitud por referir un suceso como testigo y de mayor fe.

Nada contradice que hubiese durante el largo asedio de Carmona algún combate que probaron con los sitiadores los sitiados, sin que el adverso suceso de una salida exploradora influyese para la capitulación inmediata.

Dormer, en sus Enmiendas á las Crónicas de Ayala, opina que el Maestre de Santiago «debió ser Don Fernán Asores (sic), que fue Comendador Mayor de León, ó Don Pero Fernández Cabeza de Vaca».

Habla Doña Leonor también de sus cuñados, maridos de sus hermanas, Fernán Rodríguez de Aza, Señor de Aza y Villalobos, y Lope Rodríguez de Aza, hijos de Alvaro Rodríguez de Aza y de Doña Constanza de Villalobos.

El Sr. Montoto ha notado que esto no concuerda con lo que Salazar de Mendoza escribió en su libro de las Dignidades, puesto que dice que Doña Constanza fue mujer de Don Fernando y no de Don Alvar. El distinguido crítico sevillano creyó que el error no estaba en la ilustre dama, autora de las Memorias, sino en Salazar de Mendoza, infiriéndolo solamente de otra equivocación de este erudito en caso análogo, y sospechando que se había confundido.

Felizmente acredita la verdad de Doña Leonor, Don José de Pellicer y Tovar en su libro Justificación de la Grandeza de los Zúñigas (Madrid, 1688), cuando dice que Don Alvaro Rodríguez de Aza «casó con Doña Constanza de Villalobos, hermana de Doña Marquesa de Villalobos, hijas las dos de Don Gil de Villalobos y Doña María Díaz de Haro, su mujer...» Salazar de Mendoza en el libro 3.° y capitulo 10 de las Dignidades, equivoca este casamiento y dice que Doña Constanza fue mujer de Don Fernán Rodríguez de Aza, y no fue sino su madre. Cita para prueba dos epitafios que están en el Monasterio de San Pablo de Valladolid en la capilla de Juan Rodriguen de Aza, su nieto... Por ellos mismos consta lo contrario de lo que afirma». Uno de estos epitafios es como sigue: «Aquí yace Juan Rodriguez de Aza, Rico-ome, Guarda mayor del Rey Don Enrique, hijo del noble Rey Don Juan, el qual Juan Rodriguez fue hijo de Fernán Rodriguez de Aza y de Madama Ales de Chifert, y nieto de Alvar Rodríguez de Aza y Doña Constanza de Villalobos, que perdieron sus heredamientos por sentir al Rey Don Pedro

De esta manera se comprueba la verdad con que Da Leonor escribía. El Fernán Rodríguez de Aza, casado con Madama Ales de Chifert, de quien nació el Juan Rodríguez, debió ser viudo de esta señora cuando contrajo matrimonio con la hija de Don Martín López de Córdoba.

Más adelante dice Doña Leonor que eran cinco hermanos los hijos de Alvar Rodríguez de Aza, y que todos murieron infelizmente.

El Padre Fray Juan Salvador Baptista Arellano, en sus Antigüedades y Excelencias de Carmona (Sevilla, 1628), dice que el Rey Don Enrique, que se mostraba agravado por la muerte de los suyos, quemó los papeles y noblezas de los vecinos en la plaza pública dejándolos pobres y afligidos, pues sus bienes se repartieron entre particulares y conventos de religiosos.