BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Lope de Vega

1562 - 1635

 

La Dorotea

 

Acción en prosa

 

1632

 

______________________________________________________________

 

 

 

 

Rimas:

A mis soledades voy

Pobre barquilla mia

 

 

A mis soledades voy

(Acto I)

 

A mis soledades voy,

de mis soledades vengo,

porque para andar conmigo

me bastan mis pensamientos

 

5

No sé qué tiene la aldea

donde vivo y donde muero,

que con venir de mí mismo

no puedo venir más lejos.

 

Ni estoy bien ni mal conmigo;

10

mas dice mi entendimiento

que un hombre que todo es alma

está cautivo en su cuerpo.

 

Entiendo lo que me basta,

y solamente no entiendo

15

cómo se sufre a sí mismo

un ignorante soberbio.

 

De cuantas cosas me cansan,

fácilmente me defiendo;

pero no puedo guardarme

20

de los peligros de un necio.

 

El dirá que yo lo soy,

pero con falso argumento;

que humildad y necedad

no caben en un sujeto.

 

25

La diferencia conozco,

porque en él y en mí contemplo,

su locura en su arrogancia,

mi humildad en su desprecio.

 

O sabe naturaleza

30

más que supo en otro tiempo,

o tantos que nacen sabios

es porque lo dicen ellos.

 

Sólo sé que no sé nada,

dixo un filósofo, haciendo

35

la cuenta con su humildad,

adonde lo más es menos.

 

No me precio de entendido,

de desdichado me precio;

que los que no son dichosos,

40

¿cómo pueden ser discretos?

 

No puede durar el mundo,

porque dicen, y lo creo,

que suena a vidrio quebrado

y que ha de romperse presto.

 

45

Señales con del juïcio

ver que todos le perdemos,

unos por carta de más

otros por carta de menos.

 

Dijeron que antiguamente

50

se fue la verdad al cielo;

tal la pusieron los hombres

que desde entonces no han vuelto.

 

En dos edades vivimos

los propios y los ajenos:

55

la de plata los extraños

y la de cobre los nuestros.

 

¿A quién no dará cuidado

si es español verdadero,

ver los hombres a lo antiguo

60

y valor a lo moderno?

 

Dixo dios que comería

su pan el hombre primero

con el sudor de su cara

por quebrar su mandamiento.

 

65

Y algunos, inobedientes

a la vergüenza y al miedo,

con las prendas de su honor

han trocado los efectos.

 

Virtud y filosofía

70

peregrinan como ciegos;

el uno se lleva al otro,

llorando van y pidiendo.

 

Dos polos tiene la tierra,

universal movimiento;

75

la mejor vida el favor,

la mejor sangre el dinero.

 

Oigo tañer las campanas,

y no me espanto, aunque puedo,

que en lugar de tantas cruces

80

haya tantos hombres muertos.

 

Mirando estoy los sepulcros

cuyos mármoles eternos

están diciendo sin lengua

que no lo fueron sus dueños.

 

85

¡Oh, bien haya quien los hizo,

porque solamente en ellos

de los poderosos grandes

se vengaron los pequeños!

 

Fea pintan a la envidia,

90

yo confieso que la tengo

de unos hombres que no saben

quién vive pared en medio.

 

Sin libros y sin papeles,

sin tratos, cuentas ni cuentos,

95

cuando quieren escribir

piden prestado el tintero.

 

Sin ser pobres ni ser ricos,

tienen chimenea y huerto;

no los despiertan cuidados,

100

ni pretensiones, ni pleitos.

 

Ni murmuraron del grande,

ni ofendieron al pequeño,

nunca, como yo, firmaron

parabién, ni pascua dieron.

 

105

Con esta envidia que digo

y lo que paso en silencio,

a mis soledades voy,

de mis soledades vengo.

 

*

 

Pobre barquilla mia

(Acto III)

 

¡Pobre barquilla mía,

entre peñascos rota,

sin velas desvelada,

y entre las olas sola!

 

5

¿Adónde vas perdida?

¿Adónde, di, te engolfas?

Que no hay deseos cuerdos

con esperanzas locas.

 

Como las altas naves,

10

te apartas animosa

de la vecina tierra,

y al fiero mar te arrojas.

 

Igual en las fortunas,

mayor en las congojas,

15

pequeña en la defensas,

incitas a las ondas.

 

Advierte que te llevan

a dar entre las rocas

de la soberbia envidia,

20

naufragio de las honras.

 

Cuando por las riberas

andabas costa a costa,

nunca del mar temiste

las ira procelosas.

 

25

Segura navegabas,

que por la tierra propia

nunca el peligro es mucho

adonde el agua es poca.

 

Verdad es que en la patria

30

no es la virtud dichosa,

ni se estima la perla

hasta dejar la concha.

 

Dirás que muchas barcas

con el favor en popa,

35

saliendo desdichadas,

volvieron venturosas.

 

No mires los ejemplos

de las que van y tornan,

que a muchas ha perdido

40

la dicha de las otras.

 

Para los altos mares

no llevas, cautelosa,

ni velas de mentiras,

ni remos de lisonjas.

 

45

¿Quién te engañó, barquilla?

Vuelve, vuelve la proa:

que presumir de nave

fortunas ocasiona.

 

¿Qué jarcias te entretejen?

50

¿Qué ricas banderolas

azote son del viento

y de las aguas sombra?

 

¿ en qué gavia descubres,

del árbol alta copa,

55

la tierra en perspectiva,

del mar incultas orlas?

 

¿En qué celajes fundas

que es bien echar la sonda,

cuando, perdido el rumbo,

60

erraste la derrota?

 

Si te sepulta arena,

¿qué sirve fama heroica?

Que nunca desdichados

sus pensamientos logran.

 

65

¿Qué importa que te ciñan

ramas verde o rojas,

que en selvas de corales

salado césped brota?

 

Laureles de la orilla

70

solamente coronan

navíos de alto bordo

que jarcias de oro adornan.

 

No quieras que yo sea,

por tu soberbia pompa,

75

Faetonte de barqueros

que los laureles lloran.

 

Pasaron ya los tiempos

cuando lamiendo rosas

el céfiro bullía

80

y suspiraba aromas.

 

Ya fieros huracanes

tan arrogantes soplan

que, salpicando estrellas,

del sol la frente mojan.

 

85

Ya los valientes rayos

de la vulcana forja,

en vez de torres altas,

abrasan pobres chozas.

 

Contenta con tus redes,

90

a la playa arenosa

mojado me sacabas;

pero vivo, ¿qué importa?

 

Cuando de rojo nácar

se afeitaba la aurora,

95

más peces te llenaban

que ella lloraba aljófar.

 

Al bello sol que adoro

enjuta ya la ropa,

nos daba una cabaña

100

la cama de sus hojas.

 

Esposo me llamaba,

yo la llamaba esposa,

parándose de envidia

la celestial antorcha.

 

105

Sin pleito, sin disgusto,

la muerte nos divorcia;

¡ay de la pobre barca

que en lágrimas se ahoga!

 

Quedad sobre la arena,

110

inútiles escotas,

que no ha menester velas

quien a su bien no torna.

 

Si con eternas plantas

las fixas luces doras,

115

¡oh dueño de mi barca!,

y en dulce paz reposas.

 

Merezca que le pidas

al bien que eterno gozas

que adonde estás me lleve,

120

más pura y más hermosa.

 

Mi honesto amor te obligue,

que no es digna victoria

para quejas humanas

ser las deidades sordas.

 

125

Mas, ¡ay!, que no me escuchas.

pero la vida es corta:

viviendo, todo falta;

muriendo, todo sobra.