BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Gustavo Adolfo Bécquer

1836 - 1870

 

La ventá encantada

 

Acto primero

 

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Escena IV.

 

Los mismos y Cardenio. Este, que aparece en lo mas alto de las montañas, demuestra en la expresion de su rostro y en los cambios de volubilidad y calma de sus movimientos la enagenacion mental que padece. Desde el momento que asoma y durante toda la escena, la música preludia un motivo que vá desarrollándose y siguiendo el curso de sus palabras. Para su traje téngase presente la magnífica descripcion que de él hace Cervantes. El Cura y el Barbero, alverle bajar de la montaña, atravesar el puente y descender al proscenio sin apercibirse de su presencia, se retiran al fondo para observarle.

 

Card.

Reina el silencio en torno;

nace la luna y sus balcones baña

de fantástica luz; ella me espera,

me espera palpitando

de impaciencia y amor; auras suaves,

llevad con el perfume

de las nocturnas flores,

llevad hasta sus verdes celosías,

envueltas en suspiros,

estas canciones mias.

(Figura cantar acompañado de un bandolin al pié de una ventana.)

 

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CANTO.

 

¿Ves esa luna que se eleva tímida?

Blanca es su luz;

pero aun mas blanca que sus rayos trémulos

blanca eres tú.

 

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HABLADO.

 

(Con agitacion.)

¡Oh rabia! los espíritus

que cruzan en los vientos,

con sus quejidos lúgubres

ahogan mis acentos,

que en el lejano bosque

espiran sin que ella

escuche mi querella,

escuche mi dolor,

¡oh furor!

(Vuelve á todas partes la cabeza como creyendo oir carcajadas en las ráfagas del viento. La música lo indica.)

Se rien de mis lágrimas,

se burlan de mi amor.

(Queda un momento en silencio con el rostro oculto entre las manos: la orquesta deja oir el preludio de un baile lejano: al escucharlo Cardenio levanta lentamente la cabeza y presta oido, serenándose gradualmente: luego demuestra su asombro creyendo encontrarse en el sarao, donde entre la multitud busca á los esposos con la vista.)

¿Mas... qué lejana música

resuena en mis oidos?

¿Mas qué vision magnífica

vagar confusa miro?

¡Es una fiesta espléndida!

¡Es un festin nupcial!

¡Ah! ¿dónde está el esposo?

La esposa ¿dónde está?

¡Ah!

(En esta última exclamacion demuestra que la ha visto y el efecto que le hace su hermosura; mezcla de admiracion y alegría. Despues figura dirigírsele al hablar.)

Cara esposa, en tu frente ese velo

flota en pliegues de cándido tul,

como flota alba nube en el cielo

al cruzar su diáfano azul.

(Figura que la toma de la mano y la conduce al ara. La música deja oir un canto religioso como de órgano.)

Adorna tus sienes con blanco azahar,

y ven, cara esposa, ¡oh! ven al altar.

(Retrocede asombrado y hace ademan de desnudarla espada, fijando desencajado los ojos en un punto donde cree ver la causa de su enojo.)

Pero ¿qué miro? ¡oh cielos!

(La música expresa su sorpresa y su agitacion.)

se acerca ese traidor

que á la amistad perjuro

la dicha me robó.

Tu sangre toda que derramara

mil y mil vidas que te arrancara

no fueran, pérfido, justo castigo

de tu traicion.

(Como rechazando á una persona que abraza sus rodillas.)

Aparta ¡oh! aparta, mujer perjura,

tu juramento fué una impostura,

como tus súplicas, como tus lágrimas,

como tu amor.

(Llevándose las manos á la cabeza y apretándose

fuertemente las sienes, como experimentando en el

cerebro la dolorosa descomposicion de la inteligencia.)

¡Oh Dios!!

¡Mi razon!! ¡mi razon!!

(Con un último y espantoso arranque de desesperacion.)

¡Oh!!

¡Lanzad, oh nubes, lanzad un rayo

que ponga término á mi dolor!!

(Cae desvanecido: el Cura, el Barbero y Ambrosio acuden para prestarle socorro y la música cesa.)

Cura.

¡Infeliz, se ha desmayado!

Barb.

Socorrámosle.

Cura.

Si, si.

Vamos corriendo.

(Le cogen entre sus brazos y lo sientan en un trozo de roca.)

Card.

(Volviendo en sí.) ¡Ay! ¡de mí!

¡La cabeza!...

Barb.

Ya ha pasado...

su frente baña el sudor.

Cura.

¿Quereis agua?

Card.

¡Oh! si, traed.

Barb.

Aqui hay vino.

(Ofreciéndoselo en una calabaza que trae colgada.)

Card.

(Rechazándolo.) ¡Tengo sed!

¡agua... ¡agua!

Barb.

Esto es mejor.

(Cardenio bebe con ansiedad: luego que se vá serenando poco á poco, en el juego de la fisonomia revelará que la reaccion ha entrado y que la razon vuelve gradualmente á su inteligencia.)

Card.

(Paseando una mirada á su alrededor y haciéndose al fin cargo de la situacion.)

Premie vuestro afan el cielo.

Cura.

¿Qué os hace sufrir asi?

acaso...

Card.

(Interrumpiéndole con amargura.)

¡Oh no! para mí

no hay en la tierra consuelo!

Barb.

Mengua el mal que se confia.

Card.

Con referirlo mi acento

al sol, á la tierra, al viento

se hace mayor cada dia.

Cura.

Mas... ¿qué os causa tal dolor

en vuestra temprana edad?

Card.

Desengaños de amistad

y desengaños de amor.

Pues ambas cosas soñaba

y hallé al despertar un dia,

que la amistad me vendia

y que el amor me engañaba.

De entonces de luto lleno

paso la vida, olvidado

de un mundo que me ha lanzado

tan sin piedad de su seno.

Cura.

Aunque el alma dolorida

del dolor guarde la huella,

es fácil mudar de estrella

en la aurora de la vida.

Card.

¡Mudanza! ni aun en la muerte

la encontrará mi afliccion.

Cura.

¿Qué no alcanza un corazon

cuando es virtuoso y fuerte?

dejad de vivir asi;

no desprecieis mi consejo,

que como lo veis, soy viejo

y harto el mundo conocí.

Card.

¡Imposible! mis dolores

son eternos.

Barb.

¡Desdichado!

Card.

¡Dejad que viva olvidado!

Amb.

(Volviendo apresuradamente del fondo, adonde se ha retirado durante los últimos versos.)

Venid conmigo, señores.

Cura.

¿Qué ocurre?

Amb.

Acabo de ver

de un ribazo en la eminencia

á un jóven, cuya presencia

me hace pensar que es mujer

disfrazada.

Barb.

¿Quién será?

Card.

Alguna que como yo,

lamenta el bien que pasó,

y que nunca volverá.

(Dorotea canta dentro.)

 

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CANTO.

 

¿Dónde vas, tórtola triste,

si la noche se ha tendido;

dónde vas si ya tu nido

el milano arrebató?

Cruza, cruza en blando vuelo

como peregrina errante;

mas no busques á tu amante,

que tu amante te olvidó.

 

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HABLADO.

 

Cura.

Melancólico es su canto.

Barb.

Quejarse de amor parece.

Card.

Tiene razon, solo ofrece

amor desventura y llanto.

(Vuelve á oirse la voz de Dorotea dentro.)

 

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CANTO.

 

Como el relámpago

que cruza súbito,

brillante ráfaga

dejando en pos;

dejando ¡ay! mísera,

triste memoria,

asi mi gloria

despareció.

 

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HABLADO.

 

(El Cura, el Barbero, Cardenio y Ambrosio van hácia el fondo, desde donde miran hácia el sitio en que se halla Dorotea.)

Card.

Es nece sario alcanzarla,

es ella... la he conocido.

Cura.

Nos vé y huye...

Card.

Se ha caido,

corramos á levantarla.

(Salen todos apresuradamente, excepto Ambrosio.)