BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Lope de Vega

1562 - 1635

 

Romancero general

 

1600

 

______________________________________________________________

 

 

 

Selección:

Amada pastora mía

Por las riberas famosas

De una recia calentura

Contemplando estaba Filis

El tronco de ovas vestido

Llenos de lágrimas tristes

Mil años ha que no canto

Después que acabó Belardo

Hortelano era Belardo

Dulce Filis, si me esperas

Al pie de un roble escarchado

Ay, amargas soledades

El lastimado Belardo

Cuando las secas encinas

Di, Zaida, ¿de qué me avisas?

Mira, Zaide, que te digo

Sale la estrella de Venus

Ensíllenme el potro rucio

Apartaste, ingrata Filis

Después que rompiste, ingrata

Gallardo pasea Zaide

 

 

«Amada pastora mía,

tus descuidos me maltratan,

tus desdenes me fatigan,

tus sinrazones me matan.

 

5

A la noche me aborreces

y quiéresme a la mañana;

ya te ofendo a medio día,

ya por la tarde me llamas;

 

agora dices que quieres,

10

y luego que te burlabas,

ya ríes mis tibias obras,

ya lloras por mis palabras.

 

Cuando te dan pena celos

estás más contenta y cantas;

15

y cuando estoy más seguro

parece que te desgracias.

 

A mi amigo me maldices

y a mi enemigo me alabas;

si no te veo me buscas,

20

y si te busco te enfadas.

 

Partíme una vez de ti,

lloraste mi ausencia larga,

y agora que estoy contigo

con la tuya me amenazas.

 

25

Sin mar ni montes en medio,

sin peligro ni sin guardas,

mar, montes y guardas tienes

con una palabra airada.

 

Las paredes de tu choza

30

me parecen de montaña,

un mar el llegar a vellas

y mil gracias tus desgracias.

 

Como tienes en un punto

el amor y la mudanza,

35

pero bien le pintan niño,

poca vista y muchas alas.

 

Si Filis te ha dado celos,

el tiempo te desengaña,

que como ella quiere a uno

40

pudo por otra dejalla.

 

Si el aldea lo murmura,

siempre la gente se engaña,

y es mejor que tú me quieras

aunque ella tenga la fama.

 

45

Con esto me pones miedo

y me celas y amenazas:

si lloras, ¿cómo aborreces?

y si burlas, ¿cómo amas?».

 

Esto Belardo decía

50

hablando con una carta,

sentado al pie de un olivo

que el dorado Tajo baña.

 

*

 

Por las riberas famosas

de las aguas de Jarama,

junto del mesmo lugar

que Tajo las acompaña,

 

5

alegre sale Belardo

a recibir justa paga

de tantos años de amor,

celos, temor y mudanza.

 

¡Dichoso el pastor que alcanza

10

tan regalado fin de su esperanza!

 

Vase a casar a su aldea

con Filis su enamorada,

que se la entrega su padre

después de tantas desgracias.

 

15

Contento lleva el villano,

por los ojos muestra el alma,

que al fin de tanta fortuna

promete el cielo bonanza.

 

¡Dichoso el pastor que alcanza

20

tan regalado fin de su esperanza!

 

No va como suele a pie,

ni lleva toscas abarcas,

de pieles de lobo muerto

tintas en sangre de vaca,

 

25

zapatos blancos picados,

media verde lagartada,

botones de vidrio y fuego,

porque se los dio su dama.

 

¡Dichoso el pastor que alcanza

30

tan regalado fin de su esperanza!

 

Va caballero brioso

en una yegua alazana,

la silla lleva de frisa,

y de hiladillo la franja,

 

35

sombrero nuevo de feria,

capa de capilla larga,

con un sayo verde escuro,

agironado de grana

 

¡Dichoso el pastor que alcanza

40

tan regalado fin de su esperanza!

 

Va amostrando en el vestido

las esperanzas del alma,

tan cerca ya de cumplirlas

como tardías y largas.

 

45

Guardadas lleva en el seno

de Filis todas las cartas,

que si son obligaciones

quiere pagar y borrallas.

 

¡Dichoso el pastor que alcanza

50

tan regalado fin de su esperanza!

 

Llegó Belardo a la villa

y de su suegro a la casa,

sale a tener el estribo

mientras de la yegua baja.

 

55

Filis, abiertos los brazos,

marido y señor le llama;

él, señora y dulce esposa;

besóla y ella lo abraza.

 

¡Dichoso el pastor que alcanza

60

tan regalado fin de su esperanza!

 

*

 

De una recia calentura,

de un amoroso accidente,

con el frío de los celos

Belardo estaba a la muerte.

 

5

Pensando estaba en la causa,

que quiso hallarse presente

para mostrar que ha podido

hallarse a su fin alegre.

 

De verle morir la ingrata

10

ni llora ni se arrepiente,

que quien tanto en vida quiso

hoy en la muerte aborrece.

 

Empezó el pastor sus mandas

y dice: «Quiero que herede

15

el cuerpo la dura tierra,

que es deuda que se le debe;

 

sólo quiero que le saquen

los ojos y los entreguen,

porque los llamó su dueño

20

la ingrata Filis mil veces.

 

Y mando que el corazón

en otro fuego se queme,

y que las cenizas mismas

dentro de la mar las echen;

 

25

que por ser palabras suyas

en la tierra do cayeren

podrán estar bien seguras

de que el viento se las lleve.

 

Y pues que muero tan pobre

30

que cuanto dejo me deben,

podrán hacer mi mortaja

de cartas y papeles;

 

y de lo demás que queda

quiero que a Filis se entregue

35

un espejo por que tenga

en qué se mire y contemple.

 

Contemple que su hermosura

es rosa cuando amanece,

y que es la vejez la noche

40

a cuya sombra se prende;

 

y que sus cabellos de oro

se verán presto de nieve,

y con más contento y gusto

goce las horas que duerme».

 

*

 

Contemplando estaba Filis

a la media noche sola

una vela [a] cuya lumbre

labrando estaba una cofia,

 

5

porque andaba en torno della

una blanca mariposa,

quemándose los extremos

y quería arderse toda.

 

Suspendióse, imaginando

10

la avecilla animosa;

tomóla en sus blancas manos

y así le dice envidiosa:

 

«¿Adónde tienes los ojos

que desta luz te enamoras,

15

la boca con que la besas

y el gusto con que la gozas?

 

¿Adónde tienes tu ingenio,

y dónde está la memoria?

¿con qué lengua la requiebras?

20

¿de qué despojos la adornas?

 

¿Qué le dices cuando llegas,

y en su fuego presurosa

le dejas alguna prenda

de la afición que le doras?

 

25

Y sin haberte ido vienes,

y después a volar tornas

hasta el punto que tu vida

entre las llamas despojas,

 

viendo que no será justo

30

dilatar su muerte y gloria».

En diciendo estas razones

llegóse al fuego y quemóla.

 

«Dichosa fuiste, avecilla,

Filis prosigue, pues gozas

35

en los brazos de tu amigo

muerte y vida gloriosa;

 

que la vida sin contento

mucha falta y poca sobra,

y sólo el sosiego es bueno

40

adonde el alma reposa.

 

Mas ¿cómo yo con tu ejemplo

no me doy la muerte agora?

Morir quiero, pues me anima,

y acabar con tantas cosas.

 

45

He sabido que Belardo

su vida pasa con otra,

porque le enojan mis celos

y mis desdichas le enojan».

 

Del paño de su labor

50

un corto cuchillo toma,

y dijo toda turbada:

«Oh Belardo, aquí fue Troya».

 

Pero primero que fuese

puesto el intento por obra,

55

quiso probar el dolor,

que es mujer y temerosa.

 

Con la aguja que labraba

picóse el dedo y turbóla

de su muy querida sangre

60

el ver salir una gota.

 

Pide un paño a la criada,

intento y cuchillo arroja;

lloró su sangre perdida,

que su amante no la llora.

 

*

 

El tronco de ovas vestido

de un álamo verde y blanco,

que entre espadañas y juncos

bañaba el agua de Tajo,

 

5

y las puntas de su altura

del ardiente sol los rayos,

y en todo el árbol dos vides

entretejían mil lazos;

 

y al son del agua y las ramas

10

hería el céfiro manso

en las plateadas hojas,

tronco, punta, vides, árbol.

 

Éste con llorosos ojos

mirando estaba Belardo

15

por qué fue un tiempo su gloria

como agora es su cuidado.

 

Vio de dos tórtolas bellas

tejido un nido en lo alto,

y que con arrullo ronco

20

los picos se están besando.

 

Tomó una piedra el pastor

y esparció en el aire claro

ramas, tórtolas y nido,

diciendo alegre y ufano:

 

25

«Dejad la dulce acogida,

que la que el amor me dio,

envidia me la quitó,

y envidia os quita la vida.

 

Piérdase vuestra amistad,

30

pues que se perdió la mía

que no ha de haber compañía

donde está mi soledad.

 

Tan sólo pena me da,

tórtola, el esposo tuyo,

35

que tú presto hallarás cuyo,

pues Filis le tiene ya».

 

Esto diciendo el pastor,

desde el tronco está mirando

adónde irán a parar

40

los amantes desdichados.

 

Y vio que en un verde pino

otra vez se están besando;

admiróse y prosiguió

olvidado de su llanto:

 

45

«Voluntades que avasallas,

Amor, con tu fuerza y arte,

¿quién habrá que las aparte,

que apartallas es juntallas?

 

Pues que del nido os eché

50

y ya tenéis compañía,

quiero esperar que algún día

con Filis me juntaré».

 

*

 

Llenos de lágrimas tristes

tiene Belardo los ojos,

porque le muestra Belisa

graves los suyos hermosos.

 

5

Celos mortales han sido

la causa injusta de todo,

y porque lo aprenda dice

con lágrimas y sollozos:

 

El cielo me condene a eterno lloro,

10

si no aborrezco a Filis y te adoro.

 

Mal haya el fingido amado,

lisonjero y mentiroso,

que juzgó mi voluntad

por la voz del vulgo loco;

 

15

y a mí, necio, que dejé

por el viejo lodo el oro,

y por lo que es propio mío

lo que siempre fue de todos.

 

El cielo me condene a eterno lloro,

20

si no aborrezco a Filis y te adoro.

 

Mis enemigos me venzan

en pleitos más peligrosos,

y mi amigo más querido

me levante testimonio;

 

25

jure falso contra mí,

y el juez más riguroso

de mis enemigos sea

del lado parcial devoto.

 

El cielo me condene a eterno lloro,

30

si no aborrezco a Filis y te adoro.

 

Y jamás del claro Tajo

vuelva a ver la orilla y soto,

ni a ver enramar sus vides

por los brazos de los olmos;

 

35

enviuden las tortolillas

viendo que gozas a otro;

jamás tenga paz contigo

y siempre guerra con todos.

 

El cielo me condene a eterno lloro,

40

si no aborrezco a Filis y te adoro.

 

Cubra el cielo castellano

los más encumbrados sotos,

porque el ganado no pazca

y muerto lo coma el lobo.

 

45

Llévese el viento mi choza,

el agua falte a mis pozos,

el fuego abrase mi parva,

la tierra me trague solo.

 

El cielo me condene a eterno lloro,

50

si no aborrezco a Filis y te adoro.

 

*

 

Mil años ha que no canto

porque ha mil años que lloro

trabajos de mi destierro,

que fueran de muerte en otros.

 

5

Sin cuerdas el instrumento,

desacordado de loco,

con cuatro clavijas menos,

cubierto y lleno de polvo,

 

ratones han hecho nido

10

en medio del lazo de oro

por donde el aire salía,

blando, agudo, grave y ronco.

 

Muchos piensan, y se engañan,

que pues callo piedras cojo,

15

y mala landre me dé

si no es de pereza todo;

 

fuera de que ha pocos días

que ciertos poetas mozos

dan en llamarme Belardos,

20

hurtándome el nombre solo.

 

Substitutos de mis bienes

y libres de mis enojos,

revocan mis testamentos,

de mi desdicha envidiosos.

 

25

Un codicilo se canta,

en que dicen que revoco

todas las mandas pasadas:

Dios sabe lo que me corro.

 

Los estrelleros de Venus

30

le dan más priesa que al moro

que de Sidonia partía

a impedir el desposorio.

 

En fe de mi nombre antiguo

cantan pensamientos de otros,

35

quizá porque siendo males

yo triste los pague todos.

 

Por algún pequeño hurto

echan de la casa a un mozo

y si algo falta después.

40

aquel se lo llevó todo.

 

¡Oh Filis, cuán engañada

te han tenido maliciosos,

pues ha tres años y más

que aun a solas no te nombro!

 

45

Si escribo de ajenos gustos

algunos versos quejosos,

gentilhombres de tu boca,

te los pintan como propios;

 

y con estar por tu causa

50

que aun apenas me conozco,

y con tres años de ausencia

quieren decir que te adoro;

 

y plega a Dios que si hoy día

a su brazo poderoso

55

para ti no pido un rayo,

que a mí mate con otro.

 

¿Soy por dicha Durandarte?

¿Soy Leandro? ¿Soy Andronio;

o soy discípulo suyo

60

o tú del viento furioso?

 

¡Mal hayan las tortolillas,

mal haya el tronco y el olmo

de do salieron las varas

que el vulgo ha tirado al toro!

 

65

Lisardo, aquel ahogado

como Narciso en el pozo,

antes que a la guerra fuese

dijo bien esto del olmo:

 

¡Oh, guarde Dios a Riselo,

70

guarda mayor de mi soto,

que mi vega maldecía

por barbechar sus rastrojos!

 

Todo el mundo dice y hace;

yo lo pago y no lo como,

75

y hecho Atlante de malicias

sustento un infierno en hombros.

 

*

 

Después que acabó Belardo

de distribuir sus bienes,

estando presente Filis

por cuya causa padece,

 

5

mandó que su testamento

segunda vez se leyese,

porque quiere confirmallo

por si desta vez muriese;

 

dijo, después de leído:

10

«Pido a Filis, si quisiere,

que después de sepultado

jamás de mi no se acuerde,

 

porque podrá su memoria

a aqueste siglo volverme,

15

a recebir por un gusto

dos mil desabridas muertes;

 

que se olvide de mi amor,

aunque mi amor no merece,

por ser amor verdadero,

20

paga tan torpe y aleve;

 

y que se olvide también

que me dijo muchas veces:

«Belardo, si te olvidare

cielos y tierra me dejen»;

 

25

y que rompa por su gusto

los desdichados papeles

do la descubrí mi pecho,

o por mejor, que los queme;

 

y que no tenga memoria

30

de los pasados placeres,

de que fue Belardo autor,

porque después no le pese.

 

Que se olvide de mis cosas,

pues que la enfadaron siempre,

35

y que se acuerde que dijo:

«Belardo, vivo con verte».

 

De aquesto tenga memoria,

que pues vivía con verme,

no ha sido razón de amor

40

a tanto extremo traerme».

 

No puede la bella Filis

disimular, aunque quiere,

el amor mucho que brota

de lo que en el alma tiene.

 

45

Sin querer lo han descubierto

unas lágrimas que vierte

de su lastimado pecho

adonde amor vivió siempre.

 

Llorando llegó al pastor,

50

y como el pastor la siente,

procura recebilla

en el alma antes que llegue.

 

Y levantando sus brazos

espera ver lo que quiere,

55

y las lágrimas suaves

lengua y palabras detienen;

 

y estando las lenguas mudas

bien por los ojos la entiende

Belardo que dice Filis:

60

«Tuya soy mientras viviere».

 

*

 

Hortelano era Belardo

de las huertas de Valencia,

que los trabajos obligan

a lo que el hombre no piensa.

 

5

Pasado el hebrero loco,

flores para mayo siembra,

que quiere que su esperanza

dé fruto a la primavera.

 

El trébol para las niñas

10

pone al lado de la huerta,

porque la fruta de amor

de las tres hojas aprenda.

 

Albahacas amarillas,

a partes verdes y secas,

15

trasplanta para casadas

que pasan ya de los treinta;

 

y para las viudas pone

muchos lirios y verbena,

porque lo verde del alma

20

encubre la saya negra.

 

Torongil para muchachas

de aquellas que ya comienzan

a deletrear mentiras,

que hay poca verdad en ellas.

 

25

El apio a las opiladas,

y a las preñadas almendras;

para melindrosas cardos

y ortigas para las viejas.

 

Lechugas para briosas

30

que cuando llueve se queman,

mastuerzo para las frías,

y ajenjos para las feas.

 

De los vestidos que un tiempo

trujo en la Corte, de seda,

35

ha hecho para las aves

un espantajo de higuera.

 

Las lechuguillazas grandes,

almidonadas y tiesas,

y el sombrero boleado

40

que adorna cuello y cabeza;

 

y sobre un jubón de raso

la más guarnecida cuera,

sin olvidarse las calzas

españolas y tudescas.

 

45

Andando regando un día,

vióle en medio de la higuera

y riéndole de velle,

le dice desta manera:

 

«¡Oh ricos despojos

50

de mi edad primera

y trofeos vivos

de esperanzas muertas!

 

¡Qué bien parecéis

de dentro y de fuera,

55

sobre que habéis dado

fin a mi tragedia!

 

¡Galas y penachos

de mi soldadesca,

un tiempo colores

60

y agora tristeza!

 

Un día de Pascua

os llevé a mi aldea,

por galas costosas,

invenciones nuevas.

 

65

Desde su balcón

me vio una doncella,

con el pecho blanco

y la ceja negra.

 

Dejóse burlar,

70

caséme con ella,

que es bien que se paguen

tan honrosas deudas.

 

Supo mi delito

aquella morena

75

que reinaba en Troya

cuando fue mi reina.

 

Hizo de mis cosas

una grande hoguera,

tomando venganza

80

en plumas y letras».

 

*

 

Dulce Filis, si me esperas,

de favor has de ir mudando,

que es mucho para burlando,

y poco para de veras.

 

5

Si fías en mis amores,

pon en sus llamas sosiego,

y si burlas de mi fuego,

no le atices con favores.

 

No es bien que encenderme quieras

10

sin favor de cuando en cuando,

que es mucho para burlando,

y poco para de veras.

 

A las del infierno ardiendo

es mi pena semejante,

15

que con el manjar delante

estoy de hambre muriendo.

 

Con tu esperar desesperas,

pues el favor que vas dando,

es mucho para burlando,

20

y poco para de veras.

 

Si mandas, ¿por qué no das?

si lo has de dar, dalo junto,

y si junto, dalo a punto,

y si no, no mandes más.

 

25

No es bien que engañarme quieras

con favor de cuando en cuando,

que es mucho para burlando,

y poco para de veras.

 

*

 

Al pie de un roble escarchado

donde Belardo el amante

desbarató un tosco nido

que habían tejido las aves,

 

5

de breves pasadas glorias,

de presentes largos males,

así se queja diciendo:

quien tal hace, que tal pague.

 

La bella Filis un día,

10

al tiempo que el sol esparce

sus rayos por todo el suelo,

dorando montes y valles,

 

sintiendo que el corazón

se le divide en dos partes,

15

así el [lo] mesmo decía:

quien tal hace, que tal pague.

 

Hice a los desdenes guerra,

guerra desdenes me hacen;

maté a Belardo con celos,

20

celos es bien que me maten.

 

No atendí siendo llamada,

agora no me oye nadie;

con justa causa padezco:

quien tal hace, que tal pague.

 

25

Desamé a Belardo un tiempo,

y el amor para vengarse,

quiere que le quiera agora,

y que él me olvide y desame.

 

Dejadme, pasiones frescas,

30

frescas pasiones, dejadme

vivir para que publique:

quien tal hace, que tal pague.

 

No le da pena el rigor

del frío tiempo que hace,

35

que el fuego de amor la ampara

que dentro en su pecho nace.

 

Dando de coraje voces,

que revienta de coraje,

dice por momentos Filis:

40

quien tal hace, que tal pague.

 

¿Do está, Belardo, la fe

que prometiste guardarme?

más yo la quebré primero,

tú puedes de mí quejarte.

 

45

Diste primero en quererme,

yo primero en olvidarte,

tú harta disculpa tienes:

quien tal hace, que tal pague.

 

Sacó del seno un papel

50

y con mil ansias le abre,

y antes de leerle todo

le arruga, rompe y deshace

 

diciendo: «Yo soy la causa,

no tengo de quién quejarme,

55

quien dio la causa revienta:

quien tal hace, que tal pague».

 

*

 

«¡Ay, amargas soledades

de mi bellísima Filis,

destierro bien empleado

del agravio que la hice!

 

5

Envejézcanse mis años

en estos montes que vistes,

que quien sufre como piedra

es bien que en piedras habite.

 

¡Ay horas tristes,

10

cuán diferente estoy

del que me vistes!

 

¡Con cuánta razón os lloro,

pensamientos juveniles

que al principio de mis años

15

cerca del fin me trujistes!

 

Retrato de mala mano,

mudable tiempo me heciste

sin nombre no me conocen

aunque despacio me miren.

 

20

¡Ay horas tristes,

cuán diferente estoy

del que me vistes!

 

Letra ha sido sospechosa,

que clara y escura sirve,

25

que por no borrarla toda,

encima se sobre escribe.

 

Pienso a veces que soy otro

hasta que el dolor me dice

que quien le sufre tan grande

30

ser otro fuera imposible».

 

¡Ay horas tristes,

cuán diferente estoy

del que me vistes!

 

*

 

El lastimado Belardo

con los celos de su ausencia

a la hermosísima Filis

humildemente se queja.

 

5

«¡Ay, dice, señora mía,

y cuán caro que me cuesta

el imaginar que un hora

he de estar sin que te vea!

 

¿Cómo he de vivir sin ti,

10

pues vivo en ti por firmeza,

y ésta el ausencia la muda

por mucha fe que se tenga?

 

Sois tan flacas las mujeres

que a cualquier viento que llega

15

literalmente os volvéis

como al aire la veleta.

 

Perdóname, hermosa Filis,

que el mucho amor me hace fuerza

a que diga desvaríos,

20

por más que después lo sienta.

 

¡Ay, sin ventura de mí!

¿qué haré sin tu vista bella?

daré mil quejas al aire

y ansina diré a las selvas:

 

25

¡Ay triste mal de ausencia,

y quien podrá decir lo que me cuestas!

 

No digo yo, mi señora,

que estás en aquesta prueba

quejosa de mi partida,

30

aunque sabes que es tan cierta.

 

Yo me quejo de mi suerte,

porque es tal, y tal mi estrella,

que juntas a mi ventura

harán que tu fe sea fuerza.

 

35

¡Maldiga Dios, Filis mía,

el primero que la ausencia

juzgó con amor posible,

y dispuso tantas penas!

 

Yo me parto, y mi partir

40

tanto aqueste pecho aprieta,

que como en bascas de muerte

el alma y cuerpo pelean.

 

¡Dios sabe, bella señora,

si quedarme aquí quisiera,

45

y dejar al mayoral

que solo a la aldea se fuera!

 

He de obedecerle al fin,

que me obliga mi nobleza,

y aunque amor me desobliga,

50

es fuerza que el honor venza».

 

¡Ay triste mal de ausencia,

y quien podrá decir lo que me cuestas!

 

*

 

Cuando las secas encinas,

álamos y robles altos,

los secos ramillos visten

de verdes hojas y ramos;

 

5

y las fructíferas plantas

con mil pimpollos preñados

brotando fragantes flores

hacen de lo verde blanco,

 

para pagar el tributo

10

al bajo suelo, ordinario

natural de la influencia

qu'el cielo les da cada año;

 

y secas las yerbezuelas

de los secretos contrarios

15

por naturales efectos

al ser primero tornando,

 

de cuyos verdes renuevos

nacen mil colores varios

de miles distintas flores

20

que esmaltan los verdes prados;

 

los lechales cabritillos

y los corderos balando

corren a las alcaceles

ya comiendo, ya jugando,

 

25

cuando el pastor Albano suspirando

con lágrimas así dice llorando:

«Todo se alegra, mi Belisa, ahora,

solo tu Albano se entristece y llora».

 

Los romeros y tomillos,

30

de cuyos floridos ramos

las fecundas abejuelas

sacan licor dulce y claro;

 

y con la mucha abundancia,

su labor melificando

35

hinchen el panal nativo

de poleo tierno y blanco,

 

de cuyos preñados huevos

los hijuelos palpitando

salen por gracia divina

40

a poblar ajenos vasos;

 

las laboriosas hormigas

de sus provistos palacios

seguras salen a ver

el tiempo sereno y claro,

 

45

y los demás animales,

aves, peces, yerba o campo

desechando la tristeza

todos se alegran ufanos,

 

previniste, tiempo alegre,

50

mas triste el pastor Albano,

a su querida Belisa

dice, el sepulcro mirando:

 

Cuando el pastor Albano suspirando

con lágrimas así dice llorando:

55

«Todo se alegra, mi Belisa, ahora,

solo tu Albano se entristece y llora».

 

Belisa, señora mía,

hoy se cumple justo un año

que de tu temprana muerte

60

gusté aquel potaje amargo.

 

Un año te serví enferma,

¡ojalá fueran mil años,

que así enferma te quisiera,

contino aguardando el pago!

 

65

Solo yo te acompañé

cuando todos te dejaron,

porque te quise en la vida

y muerta te adoro y amo;

 

y sabe el cielo piadoso

70

a quien fiel testigo hago,

si te querrá también muerta

quien viva te quiso tanto.

 

Dejásteme en tu cabaña

por guarda de tu rebaño,

75

con aquella dulce prenda

que me dejaste del parto;

 

que por ser hechura tuya

me consolaba algún tanto

cuando en su divino rostro

80

contemplaba tu retrato,

 

pero duróme tan poco

qu'el cielo por mis pecados

quiso que también siguiese

muerta tus divinos pasos,

 

85

Cuando el pastor Albano suspirando

con lágrimas así dice llorando:

«Todo se alegra, mí Belísa, ahora,

solo tu Albano se entristece y llora».

 

*

 

«Di, Zaida, ¿de qué me avisas?

¿Quieres que muera y que calle?

No des crédito a mujeres

no fundadas en verdades;

 

5

que si pregunto en qué entiendes

o quién viene a visitarte,

son fiestas de mi tormento

ver qué visitas te aplacen.

 

Si dices que estás corrida

10

de que Zaide poco sabe,

no sé poco, pues que supe

conocerte y adorarte.

 

Si dices son por mi causa

las que en el rostro te salen,

15

por la tuya con mis ojos

tengo regada tu calle.

 

Confiesas que soy valiente,

que tengo otras muchas partes;

pocas tengo, pues no puedo

20

de una mentira vengarme.

 

Mas si ha querido mi suerte

que ya el quererte te canse,

no pongas inconvenientes

mas de que quieres dejarme.

 

25

No entendí que eras mujer

a quien novedad aplace,

mas son tales mis desdichas,

que en mí lo imposible hacen;

 

hánme puesto en tal extremo

30

que el bien tengo por ultraje:

alabasme para hacerme

la nata de los galanes.

 

Yo soy quien pierdo en perderte

y gano mucho en ganarte,

35

y aunque hablas en mi ofensa

no dejaré de adorarte.

 

Dices que si fuera mudo

fuera posible adorarme;

si en tu daño no lo he sido,

40

enmudezca el desculparme.

 

Si te ha ofendido mi vida,

quieres señora matarme,

basta decir que hablé [e]

para que el pesar me acabe.

 

45

Es mi pecho calabozo

de tormentos inmortales,

mi boca la del silencio,

que no ha menester alcaide.

 

Que el hacer plato y banquetes

50

es de hombres principales,

mas dalles de sus favores

sólo pertenece a infames.

 

Zaida cruel, que dijiste

que no supe conservarte,

55

mejor te supe obligar

que tú has sabido pagarme.

 

Mienten los moros y moras,

miente el infame de Tarfe,

que si yo le amenazara

60

bastara para matarle.

 

A ese perro mal nacido

a quien yo mostré el turbante,

no fío yo dél secretos,

que en bajos pechos no caben.

 

65

Yo le he de quitar la vida

y he de escribir con su sangre

lo que tú Zaida replico:

Quien tal hizo, que tal pague».

 

*

 

«Mira, Zaide, que te digo

que no pases por mi calle,

no hables con mis mujeres,

ni con mis cautivos trates,

 

5

no preguntes en qué entiendo

ni quien viene a visitarme,

qué fiestas me dan contento

ni qué colores me aplacen;

 

basta que son por tu causa

10

las que en el rostro me salen,

corrida de haber mirado

moro que tan poco sabe.

 

Confieso que eres valiente,

que hiendes, rajas y partes,

15

y que has muerto más cristianos

que tienes gotas de sangre;

 

que eres gallardo ginete,

que danzas, cantas y tañes,

gentilhombre, bien criado

20

cuanto puede imaginarse;

 

blanco, rubio por extremo,

señalado entre linajes,

el gallo de los bravatos,

la nata de los donaires;

 

25

que pierdo mucho en perderte

y gano mucho en ganarte,

y que si nacieras mudo

fuera posible adorarte;

 

mas por ese inconviniente

30

determino de dejarte,

que eres pródigo de lengua

y amargan tus liviandades;

 

habrá menester ponerte

la que quisiere llevarte

35

un alcázar en los pechos

y en los labios un alcaide.

 

Mucho pueden con las damas

los galanes de tus partes,

porque los quieren briosos,

40

que hiendan y que desgarren;

 

mas con esto, Zaide amigo,

si algún banquete les hacen

del plato de sus favores

quieren que coman y callen.

 

45

Costoso me fue el que heciste;

que dichoso fueras, Zaide,

si conservarme supieras

como supiste obligarme.

 

Mas no bien saliste apenas

50

de los jardines de Atarfe,

cuando heciste de la mía

y de tu desdicha alarde.

 

A un morillo mal nacido

he sabido que enseñaste

55

la trenza de mis cabellos

que te puse en el turbante.

 

No quiero que me la vuelvas,

ni que tampoco la guardes,

mas quiero que entiendas, moro,

60

que en mi desgracia la traes.

 

También me certificaron

cómo le desafiaste

por las verdades que dijo,

que nunca fueran verdades.

 

65

De mala gana me río;

¡qué donoso disparate!

no guardaste tu secreto

¿y quieres que otro lo guarde?

 

No puedo admitir disculpa,

70

otra vez torno [a] avisarte

que ésta será la postrera

que te hable y que me hables».

 

Dijo la discreta Zaida

al gallardo Abencerraje,

75

y al despedirse replica

«Quien tal hace, que tal pague».

 

*

 

Sale la estrella de Venus

al tiempo que el sol se pone,

y la enemiga del día

su negro manto descoge,

 

5

y con ella un fuerte moro

semejante a Rodamonte

sale de Sidonia airado,

de Jerez la vega corre,

 

por donde entra Guadalete

10

al mar de España, y por donde

Santa María del Puerto

recibe famoso nombre.

 

Desesperado camina,

que siendo en linaje noble,

15

le deja su dama ingrata

porque se suena que es pobre;

 

y aquella noche se casa

con un moro feo y torpe

porque es alcaide en Sevilla

20

del Alcázar y la Torre.

 

Quejándose tiernamente

de un agravio tan inorme,

y a sus palabras la vega

con dulces ecos responde:

 

25

«Zaida, dice, más airada

que el mar que las naves sorbe,

más dura e inexorable

que las entrañas de un monte,

 

¿cómo permites, cruel,

30

después de tantos favores,

que de prendas de mi alma

ajena mano se adorne?

 

¿Es posible que te abraces

a las cortezas de un roble,

35

y dejes el árbol tuyo

desnudo de fruta y flores?

 

Dejas tu amado Gazul,

dejas tres años de amores,

y das la mano a Albenzaide,

40

que aun apenas le conoces.

 

Dejas a un pobre muy rico

y un rico muy pobre escoges,

pues las riquezas del cuerpo

a las del alma antepones.

 

45

Alá permita, enemiga,

que te aborrezca y le adores,

y que por celos suspires

y por ausencia le llores,

 

y que de noche no duermas,

50

y de día no reposes,

y en la cama le fastidies,

y que en la mesa le enojes,

 

y en las fiestas, en las zambras,

no se vista tus colores,

55

ni aun para verlas permita

que a la ventana te asomes;

 

y menosprecie en las cañas,

para que más te alborotes,

el almaizar que le labres

60

y la manga que le bordes;

 

y se ponga de su amiga

con la cifra de su nombre,

a quien le dé los cautivos

cuando de la guerra torne;

 

65

y en batalla de cristianos

de velle muerto te asombres,

y plegue a Alá que suceda

cuando la mano le tomes,

 

que si le has de aborrecer,

70

que largos años le goces,

que es la mayor maldición

que pueden darte los hombres».

 

Con esto llegó a Jerez

a la mitad de la noche;

75

halló el palacio cubierto

de luminarias y voces,

 

y los moros fronterizos

que por todas partes corren,

con sus hachas encendidas

80

y con libreas conformes.

 

Delante del desposado

en los estribos alzóse;

arrojóle una lanzada

de parte a parte pasóle;

 

85

alborotóse la plaza,

desnudó el moro un estoque,

y por mitad de la gente

hacia Sidonia volvióse.

 

*

 

«Ensíllenme el potro rucio

del alcaide de los Vélez,

denme el adarga de Fez

y la jacerina fuerte;

 

5

una lanza con dos hierros,

entrambos de agudos temples,

y aquel acerado casco

con el morado bonete,

 

que tiene plumas pajizas

10

entre blancos martinetes,

y garzotas medio pardas,

antes que me vista, denme.

 

Pondréme la toca azul

que me dio para ponerme

15

Adalifa la de Baza,

hija de Zelín Hamete;

 

y aquella medalla en cuadro

que dos ramos la guarnecen

con las hojas de esmeraldas,

20

por ser los ramos laureles;

 

y un Adonis que va a caza

de los jabalíes monteses,

dejando su diosa amada,

y dice la letra "Muere"».

 

25

Esto dijo el moro Azarque

antes que a la guerra fuese,

aquel discreto y animoso,

aquel galán y valiente,

 

Almoralife el de Baza,

30

de Zulema descendiente,

caballeros que en Granada

paseaban con los reyes.

 

Trajéronle la medalla,

y suspirando mil veces,

35

del bello Adonis miraba

la gentileza y la suerte:

 

«Adalifa de mi alma,

no te aflijas ni lo pienses;

viviré para gozarte,

40

gozosa vendrás a verme;

 

breve será mi jornada,

tu firmeza no sea breve,

procura, aunque eres mujer,

ser de todas diferente.

 

45

No le parezcas a Venus,

aunque en beldad le pareces,

en olvidar a su amante

y no respetalle ausente.

 

Cuando sola te imagines,

50

mi retrato te consuele,

sin admitir compañía

que me ultraje y te desvele;

 

que entre tristeza y dolor

suele amor entremeterse,

55

haciendo de alegres tristes

como de tristes alegres.

 

Mira, amiga, mi retrato,

que abiertos los ojos tiene,

y que es pintura encantada,

60

que habla, que vive y siente.

 

Acuérdate de mis ojos,

que muchas lágrimas vierten,

y a fe que lágrimas suyas

pocas moras las merecen».

 

65

En esto llegó Gualquemo

a decille que se apreste,

que daban priesa en la mar

que se embarcase la gente.

 

A vencer se parte el moro,

70

aunque gustos no le vencen,

honra y esfuerzo lo animan

a cumplir lo que promete.

 

*

 

«¿Apartaste, ingrata Filis,

del amor que me mostrabas

para ponerlo en aquel

que pensando en ti se enfada?

 

5

¡Plegue a Dios no te arrepientas

cuando conozcas tu falta,

mas no te conocerás,

que aun para ti eres ingrata!

 

¡Filis, mal hayan

10

los ojos que en un tiempo te miraban!

 

Aguardando estoy a verte

tanto cuanto ya te ensanchas,

arrepentida llorando

el bien de que ahora te apartas;

 

15

víspera suele el bien ser

del mal que ahora no te halla,

pero aguarda, que él vendrá

cuando estés más descuidada.

 

¡Filis, mal hayan

20

los ojos que en un tiempo te miraban!

 

¡Oh cuántas y cuántas veces

me acuerdo de las palabras,

cruel, con que me engañaste

y con que a todos engañas!

 

25

A ti te engañaste sola,

pues te he de ver engañada,

deste que tú tanto adoras

y de mí sin esperanza.

 

¡Filis, mal hayan

30

los ojos que en un tiempo te miraban!

 

Miréte con buenos ojos,

pensando que me mirabas

como te miraba yo

por mi bien y tu desgracia;

 

35

que en esto, bien claro está,

eras tú la que ganabas,

mas a fin no mereciste

tanto bien siendo tan mala».

 

¡Filis, mal hayan

40

los ojos que en un tiempo te miraban!

 

*

 

«Después que rompiste, ingrata,

de amor el estrecho nudo,

pruebo a sujetar el cuello

y no consiente otro yugo.

 

5

Gocé libertad tres años,

si aquel es libre y seguro

que de llorar tus mudanzas

no tiene su rostro enjuto.

 

Pensaba que era en amarte

10

cuando menos sin segundo

pero ya me dice el tiempo

que han sido primeros muchos.

 

Y que acuden a tu casa

más galanes al descuido

15

que caben ríos ni arroyos

en el reino de Neptuno.

 

Y para más afrentarme,

porque me escarnezca el vulgo,

has dado en hacerme esclavo

20

con los hierros a tu gusto.

 

De agravio y desdenes tales

sólo a mi firmeza culpo,

que no acierta a ser mudable

cursando tanto en tu estudio.

 

25

Mas ay, que es venir a menos

aunque pueda hacer un hurto

más famoso que el de Elena

negarte mi alma tributo;

 

y así le cuento a Cupido

30

la vez que a su templo acudo

más quejas que en el Senado

el villano del Danubio.

 

Todos los amantes oye,

para mí está sordo y mudo;

35

no sé si el traidor procura

lo que yo también procuro;

 

que según es tu belleza

aunque tenga de Dios humos,

no deja de ser quien es

40

en ser de tus siervos uno;

 

y si va a decir verdades,

aunque de falsa te acuso,

a manos de tu ira muera

si fuere de otra y no tuyo».

 

 

*

 

Gallardo pasea Zaide

puerta y calle de su dama,

que desea en gran manera

ver su imagen y adorarla,

 

5

porque se vido sin ella

en una ausencia muy larga,

que desdichas le sacaron

desterrado de Granada,

 

no por muerte de hombre alguno

10

ni por traidor a su dama,

mas por dar gusto a enemigos,

si es que en el moro se hallan,

 

porque es hidalgo en sus cosas,

y tanto que al mundo espantan

15

sus larguezas, pues por ellas

el moro dejó su patria;

 

pero a Granada volvió

a pesar de ruin canalla,

porque siendo un moro noble

20

enemigos nunca faltan.

 

Alzó la cabeza y vido

a su Zaida a la ventana,

tan bizarra y tan hermosa

que al sol quita su luz clara.

 

25

Zaida se huelga de ver

a quien ha entregado el alma,

tan turbada, y tan alegre,

y cuanto alegre turbada,

 

porque su grande desdicha

30

le dio nombre de casada,

aunque no por eso piensa

olvidar a quien bien ama.

 

El moro se regocija,

y con dolor de su alma,

35

por no tener más lugar,

que el puesto no se le daba,

 

por ser el moro celoso

de quien es esposa Zaida,

y en gozo, contento y pena

40

le envió aquestas palabras:

 

«¡Oh más hermosa y más bella

que la aurora aljofarada,

mora de los ojos míos,

que otra beldad no te iguala!

 

45

Dime, ¿fáltate salud

después que el verme te falta?

Mas según la muestra has dado

amor es el que te falta,

 

pues mira, diosa cruel

50

lo que me cuestas del alma,

y cuántas noches dormí

debajo de tus ventanas;

 

y mira que dos mil veces

recreándome en tus faldas,

55

decías: «El firme amor

sólo entre los dos se halla»,

 

pues que por mí no ha quedado,

que cumplo por mi desgracia

lo que prometo una vez,

60

cúmplelo también, ingrata.

 

No pido más que te acuerdes,

mira mi humilde demanda,

pues en pensar sólo en ti

me ocupo tarde y mañana».

 

65

Su prolijo razonar

creo el moro no acabara,

si no faltara la lengua

que estaba medio trabada.

 

La mora tiene la suya

70

de tal suerte, que no acaba

de acabar de abrir la gloria

al moro con la palabra,

 

vertiendo de entrambos ojos

perlas con que le aplacaba,

75

al moro sus quejas tristes

dijo la discreta Zaida:

 

«Zaide mío, a Alá prometo

de cumplirte la palabra

que es jamás no te olvidar,

80

pues no olvida quien bien ama;

 

pero yo no me aseguro

ni estoy de mí confiada,

que suele a cuerpo presente

ser la vigilia doblada,

 

85

y más tú que lisonjeas,

que ya lo tienes por gala,

de ser como aquí lo has dicho,

no habiendo en mí bueno nada.

 

Sé muy bien lo que te debo

90

y plugiese a Alá quedara

hecho mi cuerpo pedazos

antes que yo me casara,

 

que no hay rato de contento

en mí, ni un punto se aparta

95

este mi moro enemigo

de mi lado y de mi cama,

 

y no me deja salir,

ni asomarme a la ventana,

ni hablar con mis amigas

100

ni hallarme en fiestas o zambras».

 

No pudo escuchalla más

el moro, y así se aparta

hechos los ojos dos fuentes

de lágrimas que derrama.

 

105

Zaida, no menos que él,

se quita de la ventana,

y aunque apartaron los cuerpos

juntas quedaron las almas.