BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Gustavo Adolfo Bécquer

1836 - 1870

 

La ventá encantada

 

Acto primero

 

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Escena VI.

 

Los mismos, que vuelven con Dorotea, la cual sale vestida de aldeano, y trae en la mano un lio como de ropa, que dejará en cualquiera parte.

 

Card.

Venid, venid: ayudaros

solo queremos.

Dor.

Señor,

gracias por tanto favor,

que no sé cómo pagaros.

Cura.

Muy grandes deben de ser

los males que padeceis,

cuando en tal estado os veis.

Dor.

Soy una infeliz mujer,

en quien mas la irreflexion

de la edad culpa ha tenido

del estado á que ha venido,

que un perverso corazon.

Niña en un hombre creí,

y plebeya á un noble amé.

Cuál el desenlace fué

de esa historia, vedlo aquí.

Doliente y sola lloraba

mi afrenta y su villania,

cuando supe en mi agonia

que á otra mujer se enlazaba.

Mis padres abandoné,

y disfrazándome asi

á impedírselo partí;

mas tarde, muy tarde fué.

Que aunque en la fiesta nu peial

su dama se desmayó,

y en el pecho se la halló

con un billete un puñal;

billete en el que decia

que de otro hombre era amada,

y antes que su fé jurada

romper, morir preferia;

y aunque despues se fugó

á un ignorado convento,

sin duda en su seguimiento

él tambien despareció.

Cura.

¡No lloreis! que al fin la calma

tras negra tormenta viene.

Dor.

¡Ya esto remedio no tiene!

Card.

¡Lo tendrá, juro á mi alma!

 

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CANTO.

 

(La coge de la mano y la lleva á un lado del teatro.)

Card.

Dorotea, Dorotea.

Dor.

(Mirándole con asombro.)

¡Me conoce!

Card.

¡Si, por Dios!

sois la hermosa á quien perjuro

don Fernando abandonó.

Dor.

¿Cómo vos sabeis mi nombre

si jamás ¡o he dicho yo?

Card.

Como sé que es ese anillo

del infame seductor.

 

――――

 

Y que en la noche

que os lo entregó,

por su testigo

poniendo á Dios,

en justo premio

de tanto amor,

daros su mano

con él juró.

Y lo olvidó.

Sobre la frente

de ese traidor,

caiga del cielo

la maldicion.

Dor.

Cierto, en la noche

que me lo dió,

por su testigo

poniendo á Dios,

en justo premio

de tanto amor,

darme su mano

con éljuró:

y lo olvidó!

Pero aunque ingrato

me abandonó,

que feliz viva

deseo yo.

Card.

Vengaré vuestra deshonra,

os lo juro por mi honor.

Dor.

¡Me conoce!

Card.

Si, os conozco.

Dor.

Mas ¡Dios santo! ¿quién sois vos?

 

――――

 

Card.

Yo soy á quien el pérfido

su amante arrebató;

yo soy la triste víctima

del cielo y del amor.

 

――――

 

Dor.

¿Sois Cardenio?

Card.

Lo dijisteis.

Dor.

¡Sois Cardenio!!

Card.

El mismo soy.

 

 

CARDENIO.

Pues nuestra causa

la misma es,

por vuestra honra

yo velaré.

Y al Dios que próvido

nos une aqui,

ó devolvérosla

juro ó morir.

DOROTEA.

Pues nuestra causa

la misma es,

pues por mi honra

vos velareis,

el Dios que próvido

nos une aqui

oirá las súplicas

de una infeliz.

 

 

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HABLADO.

 

Dor.

Cardenio, mi gratitud

¿cómo mostraros podré?

Card.

Siguiéndome. Yo estas sierras

dejo, dejadlas tambien;

que en una sola venganza

dos agravios borraré.

Cura.

De un pueblecillo cercano

soy cura; asi disponed

entre tanto de mi casa.

Card.

Yo en su nombre acepto.

Cura.

Bien;

mas antes de que la marcha

emprendamos, quiero ver

si á su casa volver puedo

á un pobre paisano, á quien

le falta el juicio... Y creo (A Dorotea.)

que buen resultado dé

mi empresa, si en esta farsa

representais un papel...

(Notando extrañeza en Dorotea.)

Una obra es de caridad.

Dor.

Con ese objeto, lo haré.

Amb.

(Que viene del fondo.)

Señor, el loco se acerca

con el que á buscarle fué.

Barb.

Pues adentro, adentro pronto,

ó todo se echa á perder.

(Entran todos en la cabaña de Ambrosio.)