BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Gustavo Adolfo Bécquer

1836 - 1870

 

La ventá encantada

 

Acto segundo

 

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Escena V.

 

Los mismos y el coro de cuadrilleros, que aparece en el fondo: todos sueltan los palos y piedras que habían cogido para defenderse, y solo queda en medio de la escena D. Quijote con la espada desnuda como desafiándolos.

 

 

CANTO.

 

Cuads.

En nombre del rey

la espada entregad.

Quij.

¿Y quién me lo manda?

Cuad.

La Santa Hermandad.

Quij.

¿Y á mí qué me importa

la Santa Hermandad?

Sancho.

Estamos perdidos:

¡la Santa Hermandad!

Barb.

Á mal tiempo llega

la Santa Hermandad.

Quij.

En vano á que la espada

os rinda me intimais;

si alguno tan osado

entre vosotros hay

que de venir por ella

se siente con valor,

que venga, y por mi nombre

juro que le hago dos.

Coro.

Firmeza y no haya miedo,

la presa es de interés,

que el hombre á quien buscamos

sin duda este ha de ser:

las órdenes saquemos,

sus señas fijan bien,

sabremos consultándolas

si es él ó si no es él:

leed... leed...

Quij., Sancho y Barb.

¿Qué diablo irán á hacer?

 

 

Á un tiempo.

 

Cuad.

Alto, seco,

gran mostacho,

nariz larga

y ojos pardos.

Este es.

Es rechoncho

el escudero,

mofletudo,

labios gruesos:

será aquel.

Quij.

Me examinan

y hablan bajo:

¿qué dará

por resultado?

No lo sé.

Mas no importa:

ya veremos

quién se atreve

un caballero

á prender.

Sancho.

Ya nos miran

de alto á bajo:

de mi rucio

y mi ducado

que vá á ser,

si me soplan

estos cuervos

donde el sol

en mucho tiempo

no me dé?

Barb.

Lo examinan

y hablan bajo:

¿qué dirá

en ese mandato?

no lo sé.

Mas no importa,

yo á esos cuervos

con razones

ó dineros

domaré.

Cuad.

(Guardando los papeles y preparando los arcabuces.)

Del soberano en nombre

y en nombre de la ley,

de nuevo os intimamos

para que preso os deis.

Quij.

¡Yo preso!!

Cuad.

Asi lo mandan,

cumplirlo es precision.

Quij.

¡Yo preso!

Cuad.

Y al instante

Quij.

¡Yo preso! ¡Vive Dios!!

(En un arrebato de cólera.)

Bellacones, malandrines,

¿dónde visteis en la vida

á los nobles paladines

en las cárceles meter?

¿Cuál decid, fué el caballero

que no dió trescientos palos

á trescientos cuadrilleros

que lo fueran á prender? (Acomete.)

Cuad.

Á las armas, compañeros,

compañeros fuego en él,

que entregarle á la justicia

muerto ó vivo es menester.

Sancho.

Ya tenemos enredada

otra torre de Babel;

yo no sé si mi garganta

es de carne ó de cordel.

Barb.

(Interponiéndose y hablando con el coro.)

Mirad, señores,

qué vais á hacer.

Ese hombre es loco.

Cuad.

¡Quiá! no lo es.

Barb.

(Enseñándoles un bolsillo con disimulo.)

Que es loco os digo,

miradlo bien.

Coro.

Calle... y es cierto, (Mirándole con atencion.)

lo es... lo es.

(Envainan las espadas y descansan las armas.)

Puesto que satisfecha

dejamos á la ley,

valientes Cuadrilleros,

descansen y á beber.

Barb.

Envainan las espadas

y piden de beber,

tornóse el fuego en humo,

ya nada hay que temer.

Quij.

Con solo una mirada

los hice estremecer.

No tengas, Sancho, miedo

mientras contigo esté.

Sancho.

(Abrazando el rucio.)

Te libras de un embargo,

me libro del cordel;

ven, rucio de mi vida,

cien besos y otros cien.

 

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HABLADO.

 

Sancho.

¿Qué tal... tenia motivos

para no entrar en la venta?

Quij.

¿Has visto Sancho en tu vida

hazaña mas estupenda?

Sancho.

Buena hazaña nos dé Dios,

y por poco no nos cuelgan.

Barb.

Invencible caballero,

despues de tan alta empresa

que descanseis es preciso.

Quij.

No lo haré si no confiesan

todos antes, que soy yo

quien dueño del campo queda.

Barb.

Asi lo confirman todos.

(Hacen los grupos señal de asentimiento con risa disimulada.)

Quij.

Seguiros entonce es fuerza.

(El Barbero lleva a D. Quijote al cuarto de la escalera. Sancho se dirige hácia la cuadra con el rucio y al pasar junto á Maritornes la tropieza.)

Sancho.

Ven, rucio mio, á la cuadra;

feliz tú que solo piensas

en el pienso, mientras yo

por los dos siento las penas...

Mar.

¡Arreee! Maldito sea el burro

y el mas burro que lo lleva.

El demontre del botijo...

Sancho.

Bellaca, como le vuelvas

á tocar, te salto un ojo;

es decir, te dejo ciega.

Mar.

¡Ay, que si voy por la manta!...

Sancho.

El demontre de la tuerta...

(Sancho se marcha por la izquierda: el coro de cuadrilleros y la demas gente en distintas direcciones, y el Barbero, despues de dejar á D. Quijote en su cuarto, entra en la habitacion en que figuran estar Dorotea y sus compañeros. Cuando la escena está despejada entra precipitadamente el mismo caballero embozado y cubierto con mascarilla de viaje de la escena segunda, y cambia con el Ventero algunas palabras, despues de las cuales entran D. Fernando, tambien cubierto el rostro con mascarilla, trayendo en sus brazos á Lucinda, en hábito de religiosa, desmayada y mal envuelta en un manto negro.)