BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Gustavo Adolfo Bécquer

1836 - 1870

 

La ventá encantada

 

Acto tercero

 

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Escena VIII.

 

Dichos, menos el Coro.

 

Dor.

De todos modos

no eludiera la cuestion,

porque tengo corazon

para batirme con todos.

Fern.

Altivo sois.

Dor.

Puede ser.

Fern.

Y algo audaz por vida mia.

Dor.

Hace cobrar osadia

de la razon el poder.

Fern.

La lengua aqui para nada

usarse debe en rigor,

que las cuestiones de honor

se ventilan con la espada.

¡Seguidme, por Barrabás!

No seais de lengua atrevido,

que el hombre que es bien nacido

habla menos y obra mas.

Vuestro labio me injurió

cuando no quise mataros,

y ahora pretendo probaros

si soy un cobarde ó no.

Dor.

¿Y cómo en este momento

no temblais en mi presencia?

¿No se alza en vuestra conciencia

un sordo remordimiento?

¿No ha de ofrecer un abrigo

ese corazon de hielo,

ni de una mujer al duelo

ni al enojo de un amigo?

Fern.

¡Amigo! Nunca lo fué

quien torpe me ultraja asi:

y ni aun sé cómo le oí

y ciego no le maté.

¡En guardia! Brille ese acero,

(Desnudando el suyo.)

y uno de los dos muramos.

Dor.

Ved que cerca nos hallamos

de la venta, y yo no quiero

que impedirnos puedan...

Fern.

No;

y observad que en la partida

uno ha de perder la vida.

Dor.

¿Qué importa perderla yo?

Antes que tu espada sea

la que atraviese mi pecho,

ven y juzga mi derecho.

(Conduciéndole al pié del retablo donde se desemboza.)

¿Me conoces?

Fern.

¡Dorotea!

 

――――――――

 

CANTO.

 

Fern.

(¡Es ella!) Y bien, señora,

¿qué dice ese disfraz?

Dor.

¿Pues qué, no lo presumes?

Escucha y lo sabrás.

 

――――

 

Para que esposo

seas de Lucinda,

faltan dos muertes,

sobran dos vidas;

el dueño de una

tu amigo fué,

la otra, Fernando,

la mia es.

Fern.

¿Y bien?

Dor.

Y bien.

 

――――

 

Pues solo si muero

dichoso has de ser,

mi vida te ofrezco

rendida á tus pies.

Desnuda la espada,

ven, hiere, que al ver

que tú el golpe asestas,

feliz moriré.

¡Oh! ven. ¡Oh! ven.

 

――――

 

Fern.

(¿Qué encanto suavísimo,

qué oculto poder

tendrán esas lágrimas

que vierte á mis pies?

¿Por qué, orgullo mio,

responde, por qué

en lucha con ellas

te dejas vencer?)

¿Qué hacer? ¿Qué hacer?

 

――――

 

Levanta, Dorotea;

levanta y que mis labios

esas preciosas lágrimas

recojan de tus párpados.

Dor.

¡Oh Dios!

Fern.

Si, ven, hermosa.

Dor.

¿Es cierto?

Fern.

Es cierto, ven,

y por piedad perdóname.

Dor.

¿Yo perdonarte? ¿Y qué? (Se abrazan.)

Prométeme tan solo

en prenda de tu amor,

para Lucinda olvido;

para Cardenio...

Fern.

¡Oh!

(Rechazándola y como herido de una idea de venganza.)

¡Lucinda!... ¡Aparta... Aparta!

¡Lucinda!

Dor.

¡Santo Dios!

¿Qué tienes?

Fern.

¡Ah insensato!

Llegué á olvidar mi honor...

¡Ah! No.

 

――――――――

 

 

Fernando.

Juré el hacerlo un dia

y al fin se cumplirá.

Lucinda será mia,

Cardenio morirá.

¡Atrás!

¡No te conozco! ¡Atrás!

Dorotea.

Tambien juraste un dia

mi amor nunca olvidar,

y ahora en mi agonia

gozando cruel estás.

¡Piedad!

No me conoces... ¡Ah!

 

 

(Poco antes de concluirse el precedente duo, sale

Cardenio y queda retenido observando.)