BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Federico García Lorca

1898 - 1936

 

Romancero gitano

(Selección)

 

1924-27, 1928

 

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Romance de la Luna

 

La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos.

El niño la mira mira.

El niño la está mirando.

5

En el aire conmovido

mueve la luna sus brazos

y enseña, lúbrica y pura,

sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.

10

Si vinieran los gitanos,

harían con tu corazón

collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.

Cuando vengan los gitanos,

15

te encontrarán sobre el yunque

con los ojillos cerrados.

 

Huye luna, luna, luna,

que ya siento sus caballos.

Níno, déjame, no pises

20

mi blancor almidonado.

 

El jinete se acercaba

tocando el tambor del llano

Dentro de la fragua el niño,

tiene los ojos cerrados.

 

25

Por el olivar venían,

bronce y sueño, los gitanos.

Las cabezas levantadas

y los ojos entornados.

 

¡Cómo canta la zumaya,

30

ay cómo canta en el árbol!

Por el cielo va la luna

con un niño de la mano.

 

Dentro de la fragua lloran,

dando gritos, los gitanos.

35

El aire la vela, vela.

El aire la está velando.

 

 

La Casada Infiel

 

Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago

5

y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

10

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos..

El almidón de su enagua

me sonaba en el oído,

como una pieza de seda

15

rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido,

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.

 

20

Pasadas la zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata.

25

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón de revólver.

Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

30

ni los critales con luna

relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

35

la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montado en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

40

No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena

45

yo me la llevé al río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.

 

Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

50

La regalé un costurero

grande de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

55

cuando la llevaba al río.

 

 

Romance Sonámbulo

 

Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña.

5

Con la sombra en la cintura

ella sueña en sus baranda,

verde carne, pelo verde,

con ojos de fría plata.

Verde que te quiero verde.

10

Bajo la luna gitana,

las cosas la están mirando

y ella no puede mirarlas.

 

Verde que te quiero verde.

Grandes estrellas de escarcha,

15

vienen con el pez de sombra

que abre el camino del alba.

La higuera frota su viento

con la lija de sus ramas,

y el monte, gato garduño,

20

eriza sus pitas agrias.

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?

Ella sigue en su baranda,

verde carne, pelo verde,

soñando en la mar amarga.

 

25

Compadre, quiero cambiar

mi caballo por su casa,

mi montura por su espejo,

mi cuchillo por su manta.

Compadre, vengo sangrando,

30

desde los puertos de Cabra.

Si yo pudiera, mocito,

este trato se cerraba.

Pero yo ya no soy yo,

Ni mi casa es ya mi casa.

35

Compadre, quiero morir

decentemente en mi cama.

De acero, si puede ser,

con las sábanas de holanda.

¿No ves la herida que tengo

40

desde el pecho a la garganta?

Trescientas rosas morenas

lleva tu pechera blanca.

Tu sangre rezuma y huele

alrededor de tu faja.

45

Pero yo ya no soy yo.

Ni mi casa es ya mi casa.

Dejadme subir al menos

hasta las altas barandas,

¡dejadme subir!, dejadme

50

hasta las verdes barandas.

Barandales de la luna

por donde retumba el agua.

 

Ya suben los dos compadres

hacia las altas barandas.

55

Dejando un rastro de sangre.

Dejando un rastro de lágrimas.

Temblaban en los tejados

farolillos de hojalata.

Mil panderos de cristal,

60

herían la madrugada.

 

Verde que te quiero verde,

verde viento, verdes ramas.

Los dos compadres subieron.

El largo viento, dejaba

65

en la boca un raro gusto

de hiel, de menta y de albahaca.

¡Compadre! ¿Dónde está, dime?

¿Dónde está tu niña amarga?

¡Cuántas veces te esperó!

70

¡Cuántas veces te esperara,

cara fresca, negro pelo,

en esta verde baranda!

 

Sobre el rostro del aljibe

se mecía la gitana.

75

Verde carne, pelo verde,

con ojos de fría plata.

Un carábano de luna

la sostiene sobre el agua.

La noche se puso íntima

80

como una pequeña plaza.

Guardias civiles borrachos

en la puerta golpeaban.

 

 

Preciosa y el Aire

 

Su luna de pergamino

Preciosa tocando viene

por un anfibio sendero

de cristales y laureles.

5

El silencio sin estrellas,

huyendo del sonsonete,

cae donde el mar bate y canta

su noche llena de peces.

En los picos de la sierra

10

los carabineros duermen

guardando las blancas torres

donde viven los ingleses.

Y los gitanos del agua

levantan por distraerse,

15

glorietas de caracolas

y ramas de pino verde.

 

Su luna de pergamino

Preciosa tocando viene.

Al verla se ha levantado

20

el viento que nunca duerme.

San Cristobalón desnudo,

lleno de lenguas celestes,

mira a la niña tocando

una dulce gaita ausente.

 

25

Niña, deja que levante

tu vestido para verte.

Abre en mi dedos antiguos

la rosa azul de tu vientre.

 

Preciosa tira el pandero

30

y corre sin detenerse.

El viento-hombrón la persigue

con una espada caliente.

 

Frunce su rumor el mar.

Los olivos palidecen.

35

Cantan las flautas de umbría

y el liso gong de la nieve.

 

¡Preciosa, corre, Preciosa,

que te coge el viento verde!

Preciosa, corre, Preciosa!

40

¡Míralo por donde viene!

Sátiro de estrellas bajas

con sus lenguas relucientes.

 

Preciosa, llena de miedo,

entra en la casa que tiene,

45

más arriba de los pinos,

el cónsul de los ingleses.

 

Asustados por los gritos

tres carabineros viene,

sus negras capas ceñidas

50

y los gorros en las sienes.

 

El inglés da a la gitana

un vaso de tibia leche,

y una copa de ginebra

que Preciosa no se bebe.

 

55

Y mientras cuenta, llorando

su aventura a aquella gente,

en las tejas de pizarra

el viento, furioso, muerde.

 

 

Muerte de Antoñito el Camborio

 

Voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

Voces antiguas que cercan

voz de clavel varonil.

5

Les clavó sobre las botas

mordiscos de jabalí.

En la lucha daba saltos

jabonados de delfín.

Baño con sangre enemiga

10

su corbata carmesí,

pero eran cuatro puñales

y tuvo que sucumbir.

Cuando las estrellas clavan

rejones al agua gris,

15

cuando los erales sueñan

verónicas de alhelí,

voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

 

Antonio Torres Heredia,

20

Camborio de dura crin,

moreno de verde luna,

voz de clavel varonil:

¿quién te ha quitado la vida

cerca del Guadalquivir?

25

Mis cuatro primos Heredias

hijos de Benamejí.

Lo que en otros no envidiaban,

ya lo envidiaban en mí.

Zapatos color corinto,

30

medallones de marfil,

y este cutis amasado

con aceituna y jazmín.

¡Ay Antoñito el Camborio,

digno de una Emperatriz!

35

Acuérate de la Virgen

porque te vas a morir.

¡Ay Federico García,

llama a la Guardia Civil!

Ya mi talle se ha quebrado

40

como caña de maíz.

 

Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil.

Viva moneda que nunca

se volverá a repetir.

45

Un ángel marchoso pone

su cabeza en un cojín.

Otros de rubor cansado,

encendieron un candil.

Y cuando los cuatro primos

50

llegan a Benamejí,

voces de muerte cesaron

cerca del Guadalquivir.

 

 

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